El éxodo de Boni


Yahir Flores Hernández.


Lo renombraron el “hijo adoptivo de Chilpancingo”, debido a que se instauró en nuestro Avispero desde los 16 años. Aquí desembocó luego de recorrer 153 kilómetros atravesando arterias de terracería y asfalto desde El Pozo, su primera morada, pequeño rancho propiedad de su padre y sus tíos, ubicado cerca de Paso de Arena, entre los márgenes de Coyuca de Catalán, allá en la Tierra Caliente.


Llegó a Chilpancingo para estudiar el bachillerato, su hermano mayor, Érit Montúfar, a quien se refiere como su segundo padre, llevaba años de residencia en la capital, y de inmediato le tendió la mano. Se graduó como licenciado en Derecho por la UAGro, y de inmediato se hizo de un sitio entre las filas de la Secretaría de Seguridad Pública municipal. A los 24 años ya era delegado de seguridad, y siguió en ascenso hasta ser nombrado director de Seguridad Pública en Chilpancingo, luego del asesinato por la espalda de su antecesor en el cargo, Artemio Mejia Chávez, mejor conocido en el argot, como el comandante “Cobra”. En aquel período la dependencia cambió de nombre, se denominó subsecretaría, y fué así como a sus 26 años, se convirtió en el primer secretario de Seguridad Pública en Chilpancingo y el más joven a nivel nacional hasta ese momento.

Después colaboró con su amigo Pepe Armenta, en el área de Coordinación de Opciones Productivas, al interior de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), a nivel Federal. Posteriormente, el ex gobernador, Héctor Astudillo Flores, le dió la oportunidad de ser subdelegado de Desarrollo Social y Humano durante su administración, donde pudo manejar casi todos los programas implementados por la SEDESOL y gozó del privilegio de poder recorrer todos y cada uno de los municipios de nuestro bello estado de Guerrero. “Vivo en Chilpancingo, quiero mucho a Chilpancingo, me gusta, ya no me voy de aquí, mis amigos dicen que soy un hijo adoptivo de Chilpancingo, mi esposa e hijos nacieron aquí, por eso lo quiero tanto y me gusta servirle “, declaraba Boni Montúfar hace cerca de dos meses, cuando recién esbozaba sus pretensiones por la alcaldía de Chilpancingo, durante una entrevista que se tornó de semblanza, realizada por José Luis González Cuevas, director de la plataforma digital ¿No qué no? Comunicación Estratégica.

Respetando jerarquías en exceso, Boni deambuló durante los últimos años sin muchos reflectores, acató las órdenes de arriba y respaldó candidaturas de los ungidos. Hasta que el instinto le susurró que 2024 era el momento, y actuó en consecuencia. Justo en aquella entrevista para el ¿No qué no?, Boni también expresó que en el PRI, “los mismos de siempre” debían ceder la batuta, que era necesario el recambio generacional para el reposicionamiento del tricolor en Guerrero, y que además, consideraba al exgobernador, Héctor Astudillo Flores, su “padrino político”.


Luego de tal declaración, no negaré mi sorpresa al ver que se abstuvo de lucir los fulgurantes “Fosfo Fosfo”. Ahí mostró un ápice de olfato y cierto bagaje, Montúfar contempló que la desbandada tricolor que se disolvía en un menjurje naranja, condimentado por Héctor Astudillo y Mario Moreno, iba dejar un vacío de liderazgos en el PRI. En política los vacíos de poder son ocupados al instante, y con picardía, Bonifacio Montúfar buscó asumir ese papel.


A pesar de la evidente crisis interna del PRI en Guerrero, donde la cúpula reproduce los movimientos de su líder moral “Alito”, y más que pretender salvar el barco, priorizan amachinar las “Pluris”, no podría considerar las aspiraciones de Boni como un salto al vacío, desde luego que Montúfar no construye castillos sobre la arena, tiene adeptos, no es disparatado que se visualice como alcalde. Pero tampoco debe echar las campanas al vuelo. Si bien, es factible que se imponga como candidato de la alianza PAN-PRI-PRD, por encima de Alejandro Arcos Catalán, quien ya perdió dicha elección hace tres años, la verdadera disputa será frente a Norma Otilia Hernández.


Luego del espaldarazo de AMLO, la “Tia Oti” se posiciona de nuevo como la ungida de Morena por la alcaldía de Chilpancingo. La alcaldesa ya está curtida en cuanto a las puñaladas traperas que conllevan los juegos del poder, logró capotear con astucia y a veces con fortuna, el fuego amigo representado en las embestidas de un Toro sin cerca, y salió avante.


Aquella travesía de Boni, que partió desde El Pozo, pequeño rancho cerca de Paso de Arena, entre los márgenes de Coyuca de Catalán, allá en la Tierra Caliente, se nutrió de vivencias en Seguridad Pública y Programas Sociales, padeció calentar la tortuosa banca de suplentes en el PRI, hasta que de pronto, un híbrido de voluntad y viento en popa, lo coloca en la disputa por la alcaldía, su cita con el destino y él desenlace de su éxodo…

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