





Ayotzinapos entre la violencia y la impunidad, sus víctimas olvidadas y sin justicia.
Nuevamente la violencia y la sinrazón vuelve a las calles convertida en una seria amenaza para las familias guerrerenses por parte de quienes se dicen estudiantes de la Escuela Normal Rural «Raúl Isidro Burgos» de Ayotzinapa que desde la noche del jueves han radicalizado sus protestas tras la muerte de su compañero Yanqui Rothan Gómez Peralta, y de la detención de otro más cuando se transportaban en un vehículo con reporte de robo.
Sin embargo, la violencia y el robo de vehículos está en el diario vivir de los ayotzinapos, lo mismo roban a particulares, al gobierno y a las empresas y no hay quien ponga un alto a tanto delito de los supuestos estudiantes normalistas.
Pero lo más grave son los crímenes que se han cometido en esos actos vandálicos y exigencias de justicia o lo peor por sus vicios y sus excesos, así lo cuenta el choque que provocaron sobre la carretera federal Tlapa-Chilpancingo el 10 de diciembre del año pasado en donde en el lugar del percance fueron cinco las víctimas de su imprudencia, y uno más mientras era atendido en el hospital, mismos que siguen sin recibir justicia.
Esas seis personas, hombres y mujeres indígenas también le hacen falta a su familia, pero para ellos la justicia no existe, los únicos que cuentan en esta revuelta son los «angelitos» disfrazados de estudiantes, los ayotzinapos.
Justicia que tampoco ha llegado para Gonzalo Rivas Cámara, el empleado de la Gasolinera Eva II a la que los «angelitos» incendiaron durante su protesta el 12 de diciembre del 2011 sobre la carretera federal Acapulco-Chilpancingo en el punto conocido como el Parador del Marqués.
Tras resultar con quemaduras graves, Rivas Cámara tuvo una muerte dolorosa que se prolongó por días, sin que hubiera ningún estudiante de Ayotzinapa detenido por esos hechos, en un acto de heroísmo de Gonzalo al apagar el fuego que los normalistas provocaron con petardos y bombas Molotov a una de las bombas despachadoras con la intención de hacer volar la gasolinera para acabar con decenas de vidas, esa era la verdadera idea criminal de los encapuchados normalistas.
A los crímenes sin castigo ocasionadas por los normalistas se suma la del maestro de artes marciales, Jacinto Palacios Celino y la de Raquel Acosta quienes murieron carbonizados al ser impactados por el autobús robado que conducían los ayotzinapos la noche del 17 de septiembre del 2021.
Percance carretero que se registró sobre el libramiento a Tixtla, al momento del impacto el automóvil marca Volkswagen en el que viajaban Jacinto y Raquel ardió en llamas, ambos murieron carbonizados al ser abandonos a su suerte por sus victimarios.
Y aún con todos esos crímenes que llevan sobre sus hombros a los ayotzi-vandalos los siguen tratando de forma especial como personas honorables cuando no tienen el menor respeto por la vida.
Para los ayotzi-vandalos su aprendizaje está en las calles, en la violencia, en el robo, en los vicios, en la destrucción y la pinta de edificios públicos; está en los excesos, en las drogas, en el alcohol y en las fiestas y reventones.
Celebraciones en las que los excesos es lo que más abunda, allí donde tienen su guarida, en las instalaciones de la Escuela Normal Rural «Raúl Isidro Burgos», donde los padres de familia creen que están sus «pequeños ángeles» porque se están preparando para un mejor futuro.
Sin embargo, eso está lejos de cumplirse, debido a que durante todo el año se la pasan de manifestación en manifestación, robando autobuses, tomando carreteras, las casetas de peaje y quemando y vandalizando todo lo que se les atraviesa.
Ese es el rostro de la violencia de los estudiantes de Ayotzinapa, el robo de mercancía y de vehículos a las empresas de distinta índole; los más utilizados para estás atrocidades son los novatos, los alumnos de nuevo ingreso y son precisamente ellos los que han resultado muertos o desaparecidos en una lucha sin razón.
Entre ellos los 43 desaparecidos en Iguala, así como los crímenes de otros más, hechos que sirven para avivar su violencia como lo ocurrido el pasado jueves y que tiene a Chilpancingo y a todo Guerrero convertido en llamas; hechos que se han agudizado en las últimas horas y que han dejado a por lo menos dos decenas de heridos, la mayoría elementos de la Guardia Nacional al tratar de evitar que la Fiscalía General del Estado de Guerrero fuera vandalizada durante la irrupción de los ayotzinapos.
Violencia que se presenta en una exigencia de justicia para Yanqui Rothan Gómez Peralta el estudiante normalista que no murió en las aulas tomando la clase, murió en la calle y dentro de un vehículo robado, mientras sus compañeros estaban de fiesta y se divertían de lo lindo con alcohol y narcocorridos en el marco del aniversario de su escuela.
Si bien es cierto que el normalista no disparo un arma contra los policías estatales, sí iba en un vehículo con reporte de robo.
En ese hecho los padres de los normalistas también son responsables por no educar con valores y principios a sus hijos, a los que mandan a estudiar y nada tienen que hacer en las calles, mucho menos robando, delinquiendo o causando la muerte de seres inocentes como la de Gonzalo Rivas, Jacinto Palacios Celino y Raquel Acosta.
Así como de las seis personas fallecidas en el choque ocurrido sobre la carretera federal Tlapa-Chilpancingo cerca del poblado de Axoxuca en donde en estado de ebriedad los normalistas se impactaron contra una camioneta pasajera de la ruta Tlapa-San Pedro Petlacala que dejó además varios heridos.
En ese trágico hecho en el que se vieron involucrados los normalistas el pasado 10 de diciembre del 2023 no existe ningún responsable detenido, y sí, seis personas que ya se encuentran bajo tierra y para las cuales no existe la justicia.
Y todo parece indicar que la violencia y protestas radicales habrán de continuar porque esa es la ruta de estos estudiantes que cobardemente esconden sus rostros tras una capucha para seguir dañando a la sociedad en una lucha terrorista por quiénes se presumen los futuros maestros.
Esos que en cada normalista caído ven la oportunidad de seguir lucrando con el dolor ajeno y gobierne quien gobierne los ayotzinapos no cesarán su protesta, pues sus intereses van más allá del diálogo y del compromiso de justicia que puedan ofrecer las autoridades del gobierno.





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